No me imaginé que el artículo anterior sobre la desmotivación de los empleados fuera a tener tanto éxito de crítica y público, tanto de conocidos físicos como en dospuntocerolandia. Desde ya las gracias a todos, lectores y difusores. Señalar que después de varias conversaciones con algunos de vosotros considero necesaria una tercera entrega con varias reflexiones adicionales.
Una vez vistos los factores higiénicos, aquellos que debemos cumplir sí o sí para tener contento al personal, viene con aquello que verdaderamente motiva a los trabajadores del conocimiento. Y que recuerdo, según el libro de Daniel Pink, se resumen en: autonomía, propósito y maestría.
3. Autonomía.
Un empleado del conocimiento ha llegado hasta donde está precisamente por eso, por su conocimiento. Cierto, como alguno estará pensando, en momentos de nuestra vida somos aprendices, becarios (yo llevo 15 años trabajando con espíritu de becario, pero eso es otra historia y otro artículo), etc. Pero vamos a suponer un trabajador formado y con ganas de seguir creciendo. Por ese saber que tiene, por ese conocimiento adquirido, por esa experiencia, desea tener autonomía para poder aplicar toda su sabiduría. Desea que alguien, sus superiores, le digan el destino, pero quiere tomar su camino, sus decisiones y llegar al objetivo por sus medios.
Ojo, este punto único tiene dos partes muy relevantes.
– Necesita que alguien le diga el destino final. Hacia donde tiene que dirigir la nave. Recuerdo uno de mis primeros artículos en este blog: «para quien no sabe donde va… «. Y tan malo va a ser para este empleado no saber a donde ir, como que le cambien de destino 200 veces.
– Necesita, una vez fijado el destino, espacio para poder manejar el proyecto y llegar hasta él. Ha ganado cualificación en el pasado para tomar decisiones, superar problemas y obstáculos e incluso, si es necesario, pedir ayuda.
Un par de ejemplos, uno que me ha sucedido a mi esta misma mañana y que comentaba con su protagonista en el almuerzo. Yo he pedido esta semana a uno de mis compañeros, que hiciera un trabajo. Le he explicado la finalidad y el método. Pero después de darle vuelta y media, ha encntrado un método más sencillo, rápido y con menor posibilidad de error. Autonomía: conocía el destino y ha elegido un mejor camino para llegar hasta él.
El otro ejemplo, hace ya varios años, de un superior que cada vez que pedía que alguien hiciera un powerpoint, le dibujaba todas las slides en un papel. Una por una. Al final es cierto que el colega al que le tocaba currarse la presentación sabía el destino, pero autonomía cero, ideas propias cero y desde luego… pocas ganas de repetir en la siguiente ocasión.
4. Propósito
La primera vez que leí esto no lo entendía muy bien. El trabajador del conocimiento debe encontrar un propósito a lo que hace, saber que pertenece a un proyecto superior, un fin superior. Intentaba buscarlo en ejemplos propios, y me costaba. Pero en las lecturas de este tema encuentras una frase que es la caña (o la «repera patatera», que dice algún político patrio). Cuentan la anécdota de lo que Steve Jobs le dijo a John Sculley, en aquél momento uno de los mandamases de Coca Cola: «¿Quieres pasar toda tu vida vendiendo agua con azúcar o te vienes conmigo a cambiar el mundo?».
Ese es el fin superior. Ese es el propósito. Y con ese ejemplo entendí muchas veces cual era ese fin último que tenía mi trabajo. Yo medía la satisfacción de clientes; mi producto eran los informes que mostraban áreas de mejora para incrementar ese indicador de felicidad. Realmente, estaba allí para cambiar el Banco, para mejorarlo y hacer que los clientes más contentos se vincularan más con nuestra entidad. Cierto, no suena como «cambiar el mundo» pero seguro que soy capaz de dejarlo bastante cerca (hace bien poco dejé por escrito en una presentación que en inteligencia comercial no se hacen números, se hace magia, pues transformamos datos sin sentido en información válida par que otros tomen decisiones acertadas).
5. Maestría y reconocimiento.
Una característica básica de los trabajadores del conocimiento es su afán e interés por hacerlo cada día un poco mejor. Quiere progresar en su camino, en su conocimiento, en su saber hacer; y para ello se forma y avanza de manera casi autónoma. De ahí su querencia a querer cambiar de trabajo y seguir aprendiendo cosas nuevas. De formarse no sólo en habilidades técnicas, sino en habilidades soft. De saber más de lo mismo y más de todo.
Y este es un esfuerzo que se debe premiar no con dinero (o no sólo con dinero), que debe de ser el justo (de justicia, no de cantidad), sino con el reconocimiento de los superiores y ante los pares y superiores de mayor rango que el jefe directo, pues posiblemente lo que más reconforta a un trabajador del conocimiento es que reconozca su labor bien hecha.
Yo sin ir más lejos guardo un mail en copia impresa y electrónica donde un jefe mío tuvo a bien hacer un reconocimiento de este estilo ante mis pares y sus superiores. Y no sólo para recordarlo de vez en cuando, sino también como parte de ese aprendizaje continuo en el que estamos inmersos.
¿Y tu? ¿Te ves reflejado en estas situaciones? ¿En estos comportamientos? ¿Eres autónomo? ¿Conoces el destino? ¿Y el propósito? ¿Sientes el reconocimiento?
Ps: Las reflexiones sobre… ¿esto me aplica? ¿Es factible? ¡Si pero en empresas grandes…! etc etc las dejamos para el próximo domingo o lunes, que aún tengo que ordenarlas en mi cabeza.
Foto: Mug Shot by Glen Wright, on Flickr