En estos momentos, en mi entorno laboral, vivimos momentos de cambio. Momentos que me recuerdan lo que yo explico a mis alumnos en una charla motivadora al acabar su Master. Y es que, en mi opinión, entre el mundo universitario y el mundo laboral (iba a decir la vida real) existe una gran diferencia que es el cambio continuo en el que vives en tu trabajo. De una vida, la estudiantil, que se regula por unos horarios que se conocen a principios del cuatrimestre, unas fechas de los exámenes que se informan con un mes de antelación, siguiendo el programa que se marcó a principios del curso (en algunos casos del curso 85-86), en resumen, de una vida que se organiza en una hoja de esas de horarios de las agendas escolares; a una vida en la que se vive el cambio continuo. Un cambio que puede ser muy distinto y de diferente dimensión, existiendo los «pequeños cambios» y los terremotos o los cambios estructurales.

Los pequeños cambios, esos que resultan molestillos.

En esos pequeños cambios, los del corto plazo, los del impacto limitado, podemos ver como las prioridades de nuestro entorno cambian, las urgencias aparecen, las peticiones desde niveles superiores caen, «hazme esto, no mejor aquello» o recordemos el montón de cosas que hemos hecho «para ayer» que se quedaron en una mesa acumulando polvo sin ver la luz. Y allí estás tu, con mucha cintura aceptando todo como viene e intentando poner buena cara a estos cambios de dirección e incluso a veces de sentido que se producen de un día para otro, de un momento para otro. Son esos cambios molestos, pero que al final son parte de tu día a día; a los que te tienes que acostumbrar mejor antes que después.

Los grandes cambios, de donde salen las oportunidades.

Pero otras veces los cambios son de calado, grandes, pueden llegar a afectar a las estructuras de la organización. Provoca grandes transformaciones en el organigrama actual, explotan cajas, se reducen unas, crecen otras y aparecen algunas nuevas. Y ya no digamos lo que sucede con los nombres que van dentro de la caja, que suben o bajan o se desplazan lateralmente – además de las interpretaciones que el personal pueda hacer de dichos movimientos. ¿Qué consideras que son dichos cambios: riesgos u oportunidades?

Supongo que la respuesta que das a esta pregunta depende de tu situación personal en este momento y realmente esto dependerá de lo que tengas que perder con la mudanza. Si cuando llegan estos cambios tu papel en la organización es reducido, unas condiciones pobres, una situación chunga… entonces tenemos buenas noticias: todo lo que puede pasar es que mejoremos (si, siempre todo puede ir a peor, vale). Cuando no tienes trabajo, ni propiedades y un futuro bastante negro… ¿quien no quiere revolucionar el mundo? Total, si sale mal… tampoco vas a perder mucho…

¿Pero que sucede cuando estos cambios llegan cuando tu te encuentras en la cresta de la ola? Si nuestra situación de partida es que eramos el número dos, vivíamos de maravilla, eramos el brazo derecho del jefe, estábamos en nuestra zona de confort y además se estaba de puta madre. En estos casos tenemos algo más que perder… ¿o no?

Así que en la primera situación es bastante fácil ser positivo ante el cambio, pero ¿y en el segundo caso? En el segundo caso lo que hará que tengamos situaciones totalmente diferentes será la ACTITUD con que nos enfrentemos al cambio. Decíamos con anterioridad que es tu actitud y no tu aptitud la que determina tu altitud. Y en estos momentos de cambio esto también se nota. Imaginémonos por un momento en esa situación tan buena cuando se produce el cambio. 

Si ante dicha situación nos quedamos maldiciendo la mala suerte que tenemos y esperando ver como nos afectan los cambios… Si dejamos que el cambio nos atenace, nos asuste y nos gane… Posiblemente no vengan buenas noticias con el cambio. 

Pero ante dicha situación, si intentamos ser proactivos y ver que puede haber nuevas oportunidades de lucimiento para nosotros y nuestro equipo, que podemos vender nuestros productos, que podemos aupar a nuestra gente… Sin duda, esas dos actuaciones totalmente diferentes implicarán resultados totalmente distintos y en el segundo de los casos probablemente mucho más positivos.

En resumen… que ante estos cambios tan radicales, lo importante es una vez más tener una actitud positiva y ver oportunidades donde otros podrían ver riesgos y mala suerte, aunque se permitan un par de días de luto… (expresión que usaba uno de mis jefes).

Y vosotros…, ¿como afrontáis el cambio? ¿Veis las oportunidades? ¿U os quedáis llorando por las esquinas y maldiciendo vuestra mala suerte?