Hace ya muchos años, cuando aún participaba en competiciones de Ajedrez, tenía un colega que siempre decía que él seguía una vida de “Mens Sana in Corpore Corrupto”. Vamos que mucho entrenamiento mental, poco ejercicio físico y algún vicio insano. Aquella frase se quedó en mi cabeza pero en algún lugar escondido, porque resulta que inconscientemente ha pasado también a ser mi forma de vida. Algo que estoy empezando a modificar este verano.

Mens Sana: Intento leer mucho, leyendo un poco de todo, desde novelas hasta temas relacionados con el trabajo; noticias, artículos de opinión y algunos de divulgación (el otro día me sorprendí leyendo un artículo sobre la explicación que está dando Hawking a la paradoja de la información). No sólo leo, sino que intento reflexionar sobre lo que leo para poder tener una opinión y a veces incluso publico cosillas en este blog con mis pensamientos (no, sobre los agujeros negros prometo no escribir nada). Y cuando juego con el móvil, en vez de matar cerdos con pollos enfadados busco llegar al 1024 o aún toco los trebejos online.

Corpore Corrupto: Mi mayor problema no es la alimentación (o al menos eso dicen los chequeos médicos que indican que los niveles de todo están OK); ni los vicios insanos. En periodo no vacacional me tomaré 4 cervezas los fines de semana y un coctel o vermú cada tres meses. Mi mayor problema es el ejercicio físico, o mejor dicho, la total ausencia del mismo. Paso unas ocho horas frente a una pantalla de PC y hace años que no pago cuotas del gimnasio (antes las pagaba y no iba); voy en coche de casa al trabajo y viceversa; uso el ascensor y me muevo más bien poco. Esto no siempre ha sido así pero oye, esta era la situación actual y el primer paso era reconocerlo.

Vivo rodeado de grandes “korrikolaris”, desde mi jefe a un par de compañeros que le pegan a la Maratón y a cosas peores como las “Spartan races”, pero también adopté como propia aquella frase de “Correr es de cobardes” y nunca me picaron el gusanillo. Pero poco antes de salir de vacaciones, la última semana de trabajo, comencé a leer, referenciado por alguna web de las que sigo, un libro que se titula “No se donde está el límite, pero si sé donde no está”, de Josef Ajram @josefajram, un inversor en bolsa que además corre ultramaratones, ironmanes y cualquier prueba que implique poner el cuerpo (y la mente) al límite. No debe despertar simpatías por todo el mundo, el mismo lo señalaba en su libro; pero yo tengo que darle las gracias, porque en algún momento del libro, me comienza a convencer de que algo tengo que hacer, que tengo que moverme, y aunque ya os puedo decir que no voy a correr ni una carrera de cinco kilómetros decido que tengo que aprovechar las vacaciones para hacer algo.

Nos (mi mujer, mi hijo y yo) hemos tirado tres semanas fuera de casa. Una de casa rural con los sobris en un pueblo de Salamanca y dos semanitas en la playa en Alicante con mi familia. Y puedo asegurar que en la primera semana (sobre todo) he hecho más ejercicio que en todo el último año (y posiblemente trienio y quinquenio). ¿Que qué he hecho? Principalmente una cosa muy sencilla: CAMINAR. Aprovechando que dormía poco por el calor me he levantado a las 7 de la mañana e incluso antes y me he pegado caminatas de dos horas por los alrededores de Carpio de Azaba. A más o menos ritmo, de más o menos distancia e intercalando momentos de carrera suave.

El primer intento de ponerme a correr duró no más de un minuto. Se tensan los músculos, te duelen las articulaciones, te cuesta respirar… Así que reduces la marcha y sigues caminando, pensando que vaya idea has tenido con eso de ponerte a correr. Caminas veinte minutos más y de pronto ves que las piernas vuelven a estar en su sitio y hay algo que pide que lo intentes otra vez. Otro fracaso: Dos minutos. Y otra vez todo dolorido. Pero oye… vuelves a caminar y cuando ya ves que llevas más de una hora fuera de casa y que las piernas piden guerra haces un último intento y… 5 minutos y casi un kilómetro de carrera – hay que ver lo de los móviles y las apps para vigoréxicos toda la información que dan. Ese mismo día me tocó una hora de tenis por la mañana y otra por la tarde, con dos sobrinos de 16 y 18 años. Y aguanté y no tuve agujetas al día siguiente. Y repetí y volvía repetir varios días, incluso con algunos dolores y molestias. Diría que con más o menos éxito he conseguido andar, correr, jugar al futbol, caminar por la playa o lo que sea casi todos los días de vacaciones.

Un corpore sano para tener una mente sana.

Pero lo que más me ha llamado la atención, y por eso escribo sobre esto en un blog que versa sobre trabajo, es la mejora mental que este comportamiento me ha supuesto. Llegaba a la casa rural cuando los demás aún no se habían levantado, y me daba la sensación de haber aprovechado ya gran parte del día; incluso me noté más activo durante el resto del mismo; contento conmigo y generando bastante actividad mental mientras iba caminando por aquellos campos. Para cuando el resto se ponía en marcha yo ya estaba lanzado, queriendo hacer cosas y preparado para visitar ciudades y castillos. Y aprovechando los ratos libres para seguir leyendo un montón de cosas.

No, no he perdido kilos en las vacaciones, que hubiera sido el objetivo principal. Pero no he engordado a pesar de las barbacoas, paellas, aliolis y salsas marineras bien untadas de pan; ni a pesar de las cervezas ni los vinos que acompañaban aquellas comidas. Y lo mejor de todo es que hay algo en la oficina, tras varios días sin caminar, que me llama a ponerme las zapatillas y seguir con ello. Trataré de no perderlo y de seguir probando con esta vida más sana, que oye… tiene pinta de ser mucho más productiva.

Ya comentaremos si hay avances.