Earthly paradise.

Últimamente me he encontrado muchas veces, ya sea en nuevas publicaciones o en textos almacenados, con el concepto de la «zona de confort». No es que sea nuevo, pero por a o por b, en este momento de mi vida me ha generado un gran número de cuestiones. Y las lecturas sobre el tema, si no son totalmente divergentes, me dejan con la misma duda. ¿Qué tengo que hacer con mi zona de confort? ¿La debo ampliar? ¿Debo saltar de ella? ¿Renovarla? ¿Profundizarla? ¿Dejarla quieta? ¿Me la llevo debajo del brazo a otro lugar?
Tanta es la duda que he sacado papel y lápiz y me he puesto a pensar sobre el concepto, no sólo en su aspecto teórico, sino también para tomar ciertas decisiones, y he llegado a una conclusión, que es la que aquí expondré y sobre la que os pediré vuestras reflexiones. Someteremos mi opinión a un «test de estrés» de esos que tan de moda están, a ver cuánta presión aguanta. (Pero eso será en el próximo artículo porque, aunque ya está escrito, me ha quedado un pelín larguito, aunque creo que el tema lo amerita)
Definiendo la zona de confort.
La definición teórica dice que «La zona de confort es un estado de comportamiento en el cual la persona opera en una condición de «ansiedad neutral», utilizando una serie de comportamientos para conseguir un nivel constante de rendimiento sin sentido del riesgo» (texto tomado de la wikipedia). Y en coaching se señala como «el conjunto de límites que, sutilmente, la persona acaba por confundir con el marco de su íntima existencia…  y define muy gráficamente el acomodo de aquellas personas que han renunciado a tomar iniciativas que les permitan gobernar sus vidas». Y completo con otra fuente «nos da abrigo y nos hace sentir seguros. Abarca todo aquello que conocemos, esos ambientes de los que nos sentimos parte y en donde estamos totalmente a gusto«.
Después de leer estas definiciones, considero que la zona de confort se define por un lado por nuestras capacidades, habilidades y comportamientos, tanto las “hard” como las “soft”; pero por otro lado, se define de forma conjunta con una serie de factores externos, exógenos, que nos hacen estar “a gusto” en nuestra situación actual. 
Es decir, forman parte de nuestra zona de confort las capacidades «hard»: nuestros conocimientos teóricos de un tema en concreto, la carrera, los conocimientos sobre una aplicación ofimática, sobre un lenguaje de programación, nuestra experiencia en el mundo en el que trabajamos… Pero también las capacidades “soft”, como puede ser la capacidad de relación con otras personas, nuestras habilidades negociadoras, la calma con la que presentamos en público, nuestra habilidad para expresar ideas de forma clara… forman parte de esa “zona de confort”. Al fin y al cabo, todas estas capacidades forman parte del conjunto de habilidades que hemos desarrollado y que nos hacen ser «autoconfiantes» (¿será esta una traducción valida de «self-confidence»?) en nuestro día a día laboral.
Pero como señalaba, en mi opinión, la zona de confort también incluye, o mejor dicho se define de manera conjunta con ciertos factores externos. El equipo de personas con el que trabajamos, sean pares, colaboradores o jefes; las relaciones con otras unidades y áreas; el trabajo que nos toca hacer; el entorno en el que desarrollamos nuestro trabajo; nuestras condiciones laborales… Es cierto que sobre dichas variables poco podemos hacer muchas veces. Sí podemos influir en el ambiente de trabajo, pero poco poder de influencia tenemos ante cambios en la estructura, nuevas personas, cambio de jefes o cambios de funciones impuestos. Y sin embargo estas situaciones afectan a nuestro grado de confort laboral.
Este último punto tiene un impacto ciertamente relevante. Nuestro estado de “control y relajación”, esa sensación de estar “fuera de riesgo” puede cambiar por factores que nosotros no controlamos. Lo que implica que, y aún más en estos tiempos de cambio tan rápido y tan profundo, que en todo momento deberemos estar trabajando nuestra zona de confort. Considerar que en esta era de cambios, vamos a poder sobrevivir toda una vida laboral con nuestros conocimientos y comportamientos actuales… es un suicidio.
Trabajando la zona de confort.
En esta parte me voy a adentrar en el próximo artículo, que si no esto se alarga demasiado, pero por ir adelantando… personalmente creo que hay dos formas de «trabajar» la zona de confort: expandiéndola o profundizándola (no se si matemáticamente tendría que pasar de zona a espacio de confort por tener tres dimensiones); o lo que es lo mismo, adquiriendo nuevas habilidades y conocimientos; o profundizando en ellos

Y ya aprovecho para haceros unas preguntas sobre el tema, referenciando dos artículos sobre el tema:
– ¿Es cierto que «nada florece en la zona de confort«? como dice Eva Collado
– ¿O tiene razón el refrán de «quien mucho abarca poco aprieta«? como podemos leer en el artículo de Zumo de empleo


Seguimos leyéndonos.