Esta semana tuve un intenso pero simpático día de trabajo en Lisboa. Y para mi Lisboa, es como una segunda casa. Quienes me conocen un poco más lo saben, pues allí pasé una temporada (18 meses para ser exacto) que recuerdo como un grandísimo momento profesional (y también personal) de mi carrera (y de mi vida). Y es que pese a alejarme de mi familia y de mi casa recién comprada, dejé tan buenos amigos y tengo tan gratos recuerdos… Y el caso es que ayer me preguntaba el porqué. ¿Qué sucedió en mi etapa profesional en Lisboa para que tenga tan grandes recuerdos? Y dándole vueltas, creo que allí entendí perfectamente que era eso del «propósito» y me di cuenta de su increíble poder motivador.

¿Qué es eso del propósito? Yo suelo explicarlo como ese objetivo superior al que contribuye nuestro trabajo. Es decir, nuestro trabajo tiene un objetivo; y dicho objetivo debe estar encuadrado en otro de mayor calado, que es al que vamos a llamar propósito

Como ejemplo, y al hilo de la foto del Monumento a los Descubridores de Lisboa, tu objetivo como cocinero del Barco sería dar de comer bien a unos marineros. Sin embargo, tu propósito (y una palanca de gestión para el Capitán) era ayudar a que los marineros tuvieran la fuerza necesaria para llegar al nuevo mundo. 

Cuando conocemos ese propósito al que servimos y entendemos la grandeza del mismo, entonces somos exponencialmente más productivos, porque vamos a estar más motivados. De hecho, el propósito es uno de los factores de motivación intrínseca más poderosos y ya lo comentamos también en este blog al hablar de la motivación.

Yo fui a Lisboa a generar información de gestión (y de hecho ese sigue siendo mi trabajo allá por donde voy). Creo información a partir de datos; pero no la creo por crear, sino que intento producir información útil para tomar decisiones. Y los usuarios de dicha información son principalmente los miembros de la Dirección (vamos, que en mi caso, muchas veces, mis clientes son los jefes). Mi objetivo era que los jefes estuvieran contentos con la información que yo generaba. Y por estar contentos me refiero a que les fuera de utilidad. Recuerdo cuando vi alguno de mis cuadros en la primera Reunión Magna (Reunión con todos los Directores de Oficina) a la que asistía a los pocos días de llegar a mi nuevo puesto de trabajo. Más de mil personas recibían instrucciones a partir de la decisión tomada por algunos de las informaciones que había creado. El propósito de mis números era mover a miles de empleados a llevar el Barco al destino elegido.

Entonces te das cuenta de las responsabilidad que estás asumiendo. Un mal trabajo, una mala gestión de las cifras, de las informaciones y de las conclusiones podía llevar a tomar decisiones equivocadas que pueden hacer peligrar el Objetivo mayor de la empresa. Y ver aquello te hace sentir importante y por lo tanto le pones más énfasis a tu trabajo, más ganas. Sabes que repercutes en muchas más personas y que eres parte importante de un engranaje mayor. En suma, aquello era un reto.

Leí por algún lado una anécdota que define que es el propósito y es que cuentan que Steve Jobs le convenció a John Sculley de que abandonara PepsiCo con la frase «¿Vas a quedarte ahí sentado vendiendo agua con azúcar o te vienes conmigo a cambiar el mundo?». El propósito del trabajo de Jobs era ni más ni menos que cambiar el mundo (por cierto, que puede hacer un check en la lista de Objetivos cumplidos); si bien, ser la competencia de «la chispa de la vida» no debía ser menor.

Del poder motivador del propósito te puedes dar cuenta, sobre todo, cuando este propósito no existe, es desconocido para tí o no encuentras conexión entre tu trabajo y ese propósito. Y esto puede suceder algunas veces durante tu vida laboral; No le encuentras «el sentido» a tu trabajo. Es ese momento en el que sientes que tu papel es prescindible; cuando crees que restas más valor que el que puedes aportar. Esos momentos sin propósito en tu trabajo son auténticas lagunas en tu motivación y en tu productividad. Te cuesta levantarte por las mañanas, te cuesta encender el ordenador y te preguntas «¿que coño hago aquí?«. Y eso influye como se puede imaginar en tu rendimiento.

En febrero habrán pasado diez años desde que llegara a Lisboa y tengo tanto que agradecer a las personas que me acompañaron por allá, mis jefes, mis compañeros, mis amigos… Allí aprendí muchas cosas de las que hoy pongo en práctica y de las que a veces escribo. Y como he contado, allí supe lo que era el propósito. ¿Y vosotros? ¿Tenéis claro cual es ese fin superior al que servís? ¿Os habéis encontrado alguna vez sin ese propósito? ¿Qué situación recordáis con más agrado?

Nos leemos.