Lo que son las cosas. Mientras todo el mundo reclama de pasar las cenas de Navidad con sus cuñados, resulta que el mío me provee de temas para el blog y encima con titulares y todo. Hablando de los exámenes de mi sobrino en la Universidad soltó esta frase que luego he visto se le atribuye a Pablo Neruda. «La suerte es el pretexto de los fracasados» dice la versión original. Y es que no lo vamos a negar, todos nos hemos refugiado muchas veces en “la suerte” como elemento clave para nuestro devenir personal y profesional y en el de nuestros vecinos. ¡¡¡Mal hacemos!!! ¿A que es cierto que las personas que nos rodean y que triunfan en la vida, tienen mucha suerte y sin embargo a nosotros «parece que nos ha mirado un tuerto» y la mala suerte es la causante de que no hayamos triunfado en nuestras vidas? ¿Seguro que esto es así?
El éxito de los demás se debe a la buena suerte.
Cuando yo era más joven recuerdo ver en los telediarios matinales la canasta imposible de Jordan en el último segundo del partido de aquella madrugada. Se metía por donde no podía pasar, se ponía de espaldas a la canasta y cuando en el reloj quedaban décimas lanzaba un tiro imposible que casi avanzaba a cámara lenta para acabar colándose limpiamente en el aro rival dando la victoria a los Bulls por un mísero punto. Y ese recuerdo se repetía muchas veces (demasiadas cuando además no eras del equipo de Chicago). Qué suerte tenía… siempre.
En el mundo del deporte podemos recordar mil y un episodios de esta suerte. Hace unos días sin ir más lejos “el niño Torres” metió un golazo de espaldas a la portería… Aquella volea de Zidane que sirvió para ganar una Champions… Esa canasta de lado a lado del campo de Llull en Valencia… Mil y un “churros” que han dado partidos y campeonatos. Sin duda alguna, aquellos que están en el bando perdedor habrán pensado en «la potra» que tuvieron los que enchufaron aquella canasta, tiro, etc.

Y en el mundo del trabajo seguro que recuerdas a un montón de compañeros que crecieron profesionalmente y ascendieron en sus carreras por «pura chiripa» adelantando a otros muchos compañeros (entre ellos tú mismo) que no tuvieron su suerte. Y encima no le paso una ni dos veces… sino que ya está llegando a Director General de la compañía cuando tu sigues como «ayudante de becario». Están tocados por una especia de varita mágica que les inunda de suerte en su día a día.
Nuestros fracasos se deben a la mala suerte.
Y sin embargo nosotros… somos el colmo de la mala suerte. Desde jóvenes. Quien no ha dicho cuando éramos estudiantes eso de que «he suspendido porque he tenido mala suerte«. Es más… normalmente esa frase correspondía a aquellos exámenes donde íbamos sólo con el 50% del temario estudiado. Buena suerte hubiera sido que te hubieran caído las preguntas de esa parte que tenías estudiada (que también pasaba, aunque entonces dijeras que eras un crack…). Y nos costaba reconocer que nosotros éramos el origen del problema.

En el trabajo la mala suerte también nos ha acompañado muchas veces… Si no me hubiera tocados ese jefe que no se preocupaba de sus empleados; si yo hubiera visto aquel anuncio de trabajo; si yo me hubiera presentado a aquellas oposiciones… Hemos tenido tanta mala suerte y tantas veces… que no hemos podido avanzar más de lo que lo hemos hecho. Nunca pensamos que si las cosas no nos gustaban como estaban podíamos hacer algo para cambiarlas.

Es bastante común en los humanos señalar que las cosas buenas que nos suceden se deben a lo buenos que somos y las cosas malas siempre se deben a la mala suerte (aunque sea al revés cuando le suceden al resto: tienen buena suerte para las buenas y no se lo curran para las malas).


Un secreto: La suerte se trabaja.

Michael Jordan decía que era impresionante, «cuanto más trabajo, más suerte tengo». Y ahí está la clave. La suerte no cae del cielo, ni hay un ser supremo de la suerte que la reparte a su antojo. Resulta que cuando cada día te quedas intentando tiros imposibles cuando tus compañeros se van a la ducha, ese esfuerzo, se convierte en canastas inverosímiles en los partidos. El secreto está en la práctica y en ensayarlo mil veces. Los demás, aquellos que no tenían suerte, es que no se lo habían currado.

Cuando al examen vas con el 100% del temario visto, entonces no necesitas suerte. En aquellas ocasiones, que tampoco eran tantas, yo decía aquello de «Suerte NO!!, Justicia». Porque no necesitaba esa suerte para aprobar. Es curioso… podía incluso parafrasear a Jordan, «Cuanto más estudiaba… más suerte tenía» porque más preguntas de las que me sabía caían en el examen.

En tu carrera profesional sucede lo mismo. Cuanto más trabajes durante tu carrera profesional, más suerte tendrás. Porque estarás ahí cuando surjan las oportunidades y porque además siempre te quedará esa sensación de haber hecho todo lo posible por conseguirlo. Algo que no sucede cuando no trabajas y que es el origen de tu mala suerte.

Y sin embargo hay que tener suerte.


Y pese a todo lo dicho, es cierto que la suerte existe, en un millón de factores exógenos sobre los que no tenemos control alguno y que nos pueden ayudar o condenar. Y sin embargo, nunca sabemos en esos casos si estamos hablando de buena o mala suerte, como señala el cuento corto sobre un anciano labrador y unos caballos. En una versión mucho más personal, a quien hoy es mi mujer le atropelló un coche el día antes de una entrevista laboral. ¡¡Que mala suerte!! Sin embargo, retrasaron su entrevista, y en el espacio de un mes cambiaron de persona que contrataba y modificaron el criterio para la contratación, lo que le permitió acceder al que hoy es su puesto de trabajo. ¡¡Que buena suerte!! Lo que ella ya había hecho, eso sí, era estudiar un Máster y superar los exámenes que fueron los que le abrieron la puerta a dicha entrevista.

¿Y vosotros? ¿Habéis tenido buena suerte en vuestra carrera? ¿Mala suerte? ¿Conocéis al tío con más suerte en cuanto a desarrollo profesional?

Nos leemos.

Fotografía: Dmitry Baranovskiy – Good Luck