Hace ya unos cuantos años escribí el primer artículo del Blog «Trabajando que es gerundio» con un título muy parecido (Cuando la productividad personal entra por la puerta…) pero con un significado diametralmente opuesto. Reflejaba como había llegado al mundo de la productividad personal en un momento de crecimiento profesional bastante interesante. De aquel instante han pasado muchos años, casi 9 para ser más aproximados. Del «necesito que el día tenga más de 24 horas» pasé a leer, aprender, poner en marcha, errar y corregir un montón de trucos y técnicas productivas. Un paseo que ha sido increíblemente provechoso en más de un vector de mi vida.
De la lectura y la práctica llegué a poner en marcha un blog; y del hábito de escribir surgieron más de 130 artículos relacionados con el mundo del trabajo. En los instantes más creativos de aquel momento llegaron a nacer dos artículos por semana y el impacto que tuvieron fue bastante más grande del que jamás habría imaginado. Escribir generaba comentarios a mi alrededor acerca de los temas escritos y esto provocaba nuevos artículos que alimentaban un círculo virtuoso. En mi entorno profesional, hubo momentos en los que mi blog era casi más reconocido que mi trabajo (o al menos generaba más ruido a mi alrededor). Tuve la oportunidad de conocer a muchísimas personas, escritores de blogs, libros y pensadores; me invitaron a estar muy cerca de ellos, a aprender con ellos, a colaborar en sus proyectos. Pero un día…
No, quizás no pueda decir que fuese un día. Quizás fueron un montón de eventos. Quizás un conjunto de circunstancias que se unieron las unas con las otras y que provocaron una tormenta perfecta que acabó por tirarme de la tabla. Posiblemente cambiarse de casa sea un proyecto lo suficientemente grande como para absorber más tiempo y energía de la prevista. Quizás un verano no muy bueno en lo personal. Quizás la dichosa inestabilidad laboral que se mantenía al acecho como en los dos últimos años. El caso es que por a o por b, dejé de escribir una temporada; dejaron de aparecer ideas; dejé de leer y de pensar; dejé de apuntarlo todo; dejé los buenos hábitos; dejé las prácticas productivas y poco a poco el caos se fue apoderando de todo.
El caos supuso que el blog perdiera fuelle, tanto en lectores como en impacto y la pérdida de algunas oportunidades que habían surgido gracias a él; el caos implicó el abandono de GTD como método productivo y desaprovechar una gran oferta de formarme como formador; el caos implicó dejar de aprovechar muchos momentos de lectura que se sustituyeron por perder el tiempo en alguna red social o en la televisión. Por suerte el caos no llegó a afectar a los elementos que sustentan mi vida: mi familia, mis amigos y mis trabajos remunerados.
Este verano estoy intentando recuperar el equilibrio (de ahí la foto). No es la primera vez, ya que he intentado volver a las buenas prácticas en varios momentos, pero nunca con la intensidad correcta. Veremos a donde llegamos con esta nueva tentativa. De momento he recuperado el hábito de la lectura que es algo que agradezco terriblemente. La última de Lorenzo Silva y su picoleto Bevilacqua en las aguas del estrecho; las nuevas aventuras de Lisbeth Salander en la serie Millenium; «La desaparición de Stephanie Mailer» recomendable para amantes de la novela negra y para todos los que gustan de un buen libro y el último caso resuelto por el detective Joona Lina del Sueco Lars Kepler me han acompañado este verano. Novelas, cierto (aunque en mi descargo diré que este verano he dejado mis lecturas pendientes de pocket a 0 cuando ha estado por encima de los 300), pero lectura que sirve para salir de mis dos agujeros negros del tiempo productivo/efectivo/útil o como prefieras llamarlo : la televisión y el facebook.
Y es que en mi espiral improductivo he de reconocer que he recaído en el mundo de la televisión y que me he tragado 7 temporadas de Suits, con la actual mujer del Príncipe Harry currando en un bufete de abogados, en poco más de dos meses y con sesiones de dos, tres y cuatro capítulos seguidos (por suerte en el Netflix no hay anuncios y los capítulos están estandarizados en los 40 minutos aproximadamente). Este abuso de rayos catódicos (bueno, pantalla LCD 4K) unido a la enorme pérdida de tiempo que supone abrir la app de Facebook en el móvil o la tablet para no hacer nada excepto pasar el rato son los elementos que quiero desterrar.
Y poco más, que no es poco el conjunto de reflexiones que os dejo para ser un artículo de catarsis y reflexión interna. Esperando que os pueda ser util.
Nos leemos.