Me han venido a la cabeza tres o cuatro ideas para escribir artículos cortos que voy a llamar «Productividad pandémica» o «Pandemia productiva». Y es que el coronavirus nos ha traído varios cambios en nuestras costumbres laborales. No todos buenos, que todo hay que decirlo. Y hemos trasladado varias malas prácticas de nuestra vida presencial a nuestro trabajo a distancia. ¿Teníamos reunionitis? Pues ahora padecemos la videoconferencitis!!!!
Os paso una foto de mi calendario de Outlook de este lunes. Las «vídeos» empiezan a las 9,15 y acaban a las 19… Con dos horas para comer. Que eso, de momento, los vamos respetando, más o menos, entre todos (bajo posiblemente la amenaza de nuestras familias de mandarnos a la mierda, con todos los motivos del mundo). Ojito, que yo me cuido mucho y digo que no a muchas de ellas, y os prometo que intento convocar las estrictamente necesarias, y a pesar de eso…
Pero… ¿Y si estás reunido todo el día… Cuando trabajas? Algunos dirán que cuando pintan poco en las vídeos apagan la cámara y se ponen a hacer otras cosas. Sí, yo también los hago. Pero claro, eso sirve para contestar cuatro correos, vaciar la bandeja de entrada, y trabajillos de poca duración y escasa concentración.
¿Pero aquello que necesita tiempo y atención plena? Pues cuando todos duermen. Es decir, una vez que no hay que llegar al colegio a las 8 ni hay que chuparse una hora de atasco para llegar al curro… Ahora me levanto a eso de las 6,30 (que tampoco es mucho cambio respecto a la hora de nuestra vida anterior) y a eso de las 7,15 ya estoy, yo solo, frente al trabajo. Y a esa hora no entran llamadas, ni se convocan videos, ni nadie molesta… Atención plena para tareas «tochas».
¿Y por qué no a las 19? Porque a esa hora pueden seguir entrando llamadas y además ha llevado ello fue de toda la jornada, y porque en mi caso tengo un hijo que a esa hora está plenamente activo y al quiere quiero hacerle caso.
¿Y vosotros? ¿Cómo os escapais de esa marea de videoconferencias?
Nos leemos.