Hace ya un tiempo vi el vídeo que está accesible justo tras este párrafo. En él un ciclista que en una cuesta abajo deja de pedalear y cambia su posición sobre la bici para adelantar a todo el grupo de ciclistas que iban con él e incluso a una moto para tomar una ventaja más que interesante. No se trataba de dar más pedales, sino de pensar otra forma de hacer las cosas para obtener un resultado mejor, innovar, vamos Y eso me llevó a reflexionar sobre su traslación a nuestro día a día laboral. No tanto en ese departamento de I+D, o a ese otro de los grandes procesos de transformación digital. Me estoy refiriendo a la innovación que podemos aplicar nosotros mismos. ¿Somos capaces de pensar en formas diferentes de trabajar? ¿Existen barreras a esas nuevas formas de trabajar? Dichas barreras, ¿son internas o externas? ¿E incentivos? ¿O para llegar a la meta todo lo que hacemos es pedalear más veces y más rápido (trabajar más horas)? Antes de seguir con el texto os dejo el vídeo que provocó tanta reflexión.

Voy a empezar por contaros una experiencia personal que tiene muchos años, demasiados. Es casi una historia de «abuelo cebolleta». Recién llegado a mi primer trabajo en Madrid hace ya más de ¡¡¡20 años!!! Tiempos en los que los móviles permitían jugar al Snake como mucho, el cliente de correo era Eudora y el navegador era Netscape. Recibíamos en aquel entonces unos ficheros de excel donde nos enviaban información de visitas a sucursales por parte de los clientes misterio (mistery shopping). Unos éxceles enormes que llegaban ordenados por persona que realizaba la visita, día y hora. Entonces se imprimían y se punteaban, a mano, para observar que se cumplían varios criterios: no más de 5 visitas en un sólo día, no se podía entrar en una oficina antes de salir de la anterior, las visitas no podían durar menos de 10 minutos ni más de 30 (o algo por el estilo). Puntear aquello era una tarea que rápidamente le endiñaron (en parte, creo que eran 4000 sucursales) al nuevo. No era difícil y así los que ya estaban en la oficina descargaban parte de un trabajo que era INFUMABLE.

Yo, recién llegado, pipiolo entre los pipiolos, con ganas de comerme el mundo me vi como me pasaban el tocho de papeles que me tocaba revisar. Pero yo lo poco que podía aportar diferenciador eran mis conocimientos en Excel y aquello de puntear en papel era verdaderamente abominable (me lo sigue pareciendo hoy en día). Así que antes de empezar con los papeles abrí el excel y monté unas cadenas de fórmulas condicionales (unos IF anidados, vamos) y arrastré de la fila 1 a la 4000. Creo que fueron 15 minutos para comprobar que estaba bien programado, unos segundos estirar hacia abajo y con unos contadores, ver cuantos errores había de cada tipo. En menos de 20 minutos había ahorrado horas de trabajo mierdero a tres compañeros. 

¿Dónde está el premio al empleado del mes? Seguro que me sacan a hombros de la oficina. Iluso de mí… Me encontré las siguientes respuestas. «Nosotros nunca lo hemos hecho así», «¿Cómo sabes que eso está bien?», «¡Sí claro, vete tu a saber que marrón nos cae ahora que no tenemos nada que hacer!». Y eso fueron los compis a los que les había ahorrado semejante tostón de trabajo. El jefe no dijo ni mú, simplemente vio aquello y, como ya me habían advertido mis compañeros, pidió que hiciiéramos otra cosa.

Creo que aquella fue mi primera frustración profesional, de hecho, por ese motivo me sigo acordando perfectamente de ella. Pero ya se incluyen muchas de las reflexiones hechas arriba. ¿Somos capaces tras una vida haciendo las cosas de una manera de buscar formas diferentes de hacerlo? ¿O tenemos que esperar a que alguien venga de fuera para ponerlas en marcha? Y una vez que nos las muestran ¿las aceptamos? ¿O somos de los que nos pasamos el día reclamando sobre la mierda de la que estamos rodeados, pero ya le hemos cogido cariño a dicha mierda y si nos la quieren quitar reclamamos? Pero… aún es más. ¿Incentivamos que se piense «fuera de la caja»? ¿O resulta que los sistemas de incentivos, la cultura empresarial la posición de los jefes hace que sea más cómodo seguir haciendo siempre lo mismo?

Pensar de forma diferente implica salir de la zona de confort, aprender cosas nuevas y eso no es fácil. Es más cómodo poner el piloto automático y seguir en lo mismo. O hacer pequeñas modificaciones que hacen más cómodo el mismo sistema de trabajo. Por eso, muchas veces, es más sencillo que la innovación venga de fuera. Nuevas ideas, nuevas tecnologías. El pipiolo de veinte que trae cosas nuevas de la universidad, el que sabe manejar un programa nuevo, el que está muy especializado en un tema. Innovar trayendo savia nueva es una buena forma de innovar. Y más si tenemos en cuenta que si uno está en el día a día, es lógico que no se tengan ni tiempo (ni ganas) de probar cosas nuevas.

Pero ojo, porque muchas veces estaremos en el otro lado de la película. ¿Qué sucede cuando alguien nos propone una mejora en nuesros procesos? ¿Somos capaces de aceptarla? «Ya ha venido el listillo que se cree que todo lo sabe» ¿O preferimos seguir haciendo las cosas como toda la vida? «Aquí las cosas siempre se han hecho así y siempre han salido bien». «Si funciona, no lo toques«. ¿Aunque reclamemos siempre de lo mal que se hacen las cosas? No son pocas las veces que hemos tenido reacciones de este tipo.

Y tengamos más en cuenta aún los comportamientos de los jefes y mandos de nuestro departamento u organización, personas que están más lejos de los procesos del día a día, ¿quieren que se prueben cosas nuevas? ¿O  prefieren no correr el riesgo y asegurarse el resultado? ¿Consideran que para qué vamos a cambiar las cosas si vamos a llegar al mismo destino? ¿Y si el destino es algo diferente? ¿Están abiertos a estudiar nuevos productos finales? ¿Están dispuestos a mejorar el viaje de los remeros? Esas respuestas del «Yo, siempre lo he pedido y siempre han cumplido…» nos sonarán habituales. Y ahí ya no son capaces de mirar si los remeros han llegado fundidos o si han metido más horas de las que pone el convenio o si el ambiente de los mismos está muy lejos de ser una fiesta.

Por es, dejadme que introduzca otra variable más ¿Se premian estas mejoras? Quien introduje cambios exitosos ¿se ve recompensado? O es cierto que al final recibe una palmadita en la espalda y más carga de trabajo. Da para un artículo entero, pero… ¿Quién mejor trabaja lo único que consigue es una mayor carga de trabajo? ¿Entonces merece la pena ponerse a pensar en como mejoramos las cosas? El ciclista que llega primero se lleva un premio y según con que ventaja llegue tiene hasta un mayor tiempo de descanso. ¿Pero esto se traduce así en la empresa? La falta de incentivos ¿puede estar matando la mejora de procesos? ¿Conseguiremos que los nuevos acaben actando la forma viejuna de hacer las cosas y matando cualquier intento de innovación?

Creo que este tema da para más pensamientos y reflexiones, he lanzado muchísimas preguntas. ¿Que sucede en vuestras compañías? ¿Se mata la innovación? ¿La innovación del día a día se potencia? O han creado el departamento de innovación para que se encargue de todas esas cosas y ya está… Espero vuestros comentarios por todos los canales habituales..

Foto: Innovation de Think Public en flickr.com